martes, 26 de abril de 2011

Adagio en G menor


Albinoni siempre me pone tensa, y mucho más cuando ayer sonaba desafinado en una plaza de confusión y miradas que a pesar de ser opacas, para sus ojos parecían completamente transparentes.
En cierta manera el violín me despierta la cordura, me grita y me ataca, ayer con chirridos incompatibles con mi sosiego que me llevaban a intentar unir los hilos rotos de un pantalón diseñado para seguir así toda su vida.
Aquel hombre parecía avivar aquella melodía pretenciosa. Y he de reconocer que tumbó muchas de mis afirmaciones y me gustó.
Había hecho lo que hasta ahora solo habían hecho los violines. Remover mi paz.

...Brown Sugar...

1 comentario:

blacky dijo...

brillante