martes, 28 de octubre de 2008

Extremos


Ella estaba guapa ese día, o más bien debería decir sexy. El iba a por todas en cuanto la vio. Clavó su mirada desde el fondo de aquel bar y se acercó lo suficiente como para comprobar si ella estaba interesada. Y ella ni siquiera sabía la respuesta pero se encontró bailando con el, de manera exquisita y suntuosa.

Y él acabo besándola. Y ella abrió sus labios y también le besó.

Parecía previsible lo que podría pasar una vez finalizada la fiesta, pero con ella nunca se sabe. Es muy capaz de echar a perder oportunidades solo porque cierto miedo se apodera de ella, o porque piensa que con un beso ya tiene suficiente, o porque se ha sometido toda su vida a un control que ahora parece olvidarse de que por fin es libre y realmente nadie le va a cuestionar donde esta y por qué.

Asique después de cuestionarse su vida en dos minutos, accedió a probar a pasar la noche con él.

Y no se equivocó. Aquel hombre hizo exactamente lo que ella deseaba. Le dió exactamente lo que necesitaba. Le dio una mezcla de dulzura y salvajismo, unas caricias entre suaves y extremas, unos besos entre contundentes e invisibles, porque para ella un extremo no es bueno si no le acompaña su opuesto.

Y durmió, o no durmió, pero se sintió en el paraíso.

Y el se volvió loco en aquel juego de extremos. Y recordó que sus respectivas ciudades también se situaban en extremos. Y lo pensó mientras aquella chica que tenía que volver a su casa un sabado, estaba despidiéndose delante de un vagón de tren, un lunes por la noche.
...Brown Sugar...

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