martes, 9 de noviembre de 2010

El humo


He visto una película mientras tenía frío, que me ha recordado a algo que viví.
No sé si los escalofríos provenían de la temperatura de la habitación, o del recuerdo.
En mi recuerdo, me vino a la mente un chico con el que estuve. Un chico que tenía ganas de morir. Existen dos cosas que puedes encontrar en las personas. Supongo que lo común son las ganas de vivir, pero un porcentaje minoritario puede querer lo contrario.
No es nada raro. Algunas personas han perdido el rumbo y no saben muy bien qué camino van a seguir a continuación. Sin muchas aspiraciones, o poca creencia en las mismas, el ser humano se ahoga en su propio llanto. Y ni los besos ni los abrazos pueden curarle de la enfermedad en la que él mismo se introduce cada vez más.
Las ganas de morir es una manifestación diferente de querer curarse.
La única diferencia es que no son medicinas.
Yo estuve con un chico que quería morir. Y no era mi culpa que lo desease. La única culpa es que yo no podía quitarle esa idea de la cabeza.
En una habitación gris se levantaba cada mañana y se cubría el rostro de humo, pensando en el daño que hacía si moría, y en el daño que le hacía seguir vivo.
El amor podría haberle salvado, o quizá nunca pensó volver a amar. Nunca pensó qué estaría yo haciendo sin garantías de despertarme al calor de su cuerpo una mañana después.
La desconfianza en su futuro era el reflejo de la desconfianza en su vida.
Y decidió irse, tras una cortina de humo, esperando que el tabaco le matase algún día.

...Brown Sugar...

Imagen: Marcelo Aurelio

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