El mundo se vuelve loco, o por fin reacciona a los estímulos que tarde o temprano tenían que llegar.
Porque nadie es de piedra. Todos sienten deseo, unos se dejan llevar, otros se reservan, otros tienen serias dificultades para ignorar y otros les pasa justo lo opuesto, son demasiado débiles o debería decir listos, como para dejar pasar ese tren que dicen que solo pasa una vez.
El ambiente está cargado de deseo, que llega a tener aspecto casi de cacería, donde todos encontramos a muchos candidatos e imaginamos el placer que nos podrán dar si damos un mínimo de señal.
Pero de nuevo vienen las restricciones, el que dirán, los principios, o la dudosa fidelidad en algunos casos, que impiden que se vea con claridad quien es la presa y quien es el depredador.
Hay ganas de comer y hay comida no necesariamente encima de la mesa ni servida en bandeja, pero el hecho de que haya es más que suficiente para que el deseo, tan maquiavélico a veces, comience a trabajar.
Trabaja por placer. Y por placer mucha gente se mueve. El deseo disimula porque precisamente ahí reside su picardía. Pero el ambiente está cargado, y gente como yo, nos damos cuenta de ello.
...Brown Sugar...
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