jueves, 22 de octubre de 2009

las tapas de un libro


Y ha sido al leerte Browny cuando he sentido ganas de escribir, llevaba días sin hacerlo, sin mucha inspiración, pero esas letras despiertan mis yemas de los dedos, y se lanzan a teclear, sólas, velozmente. Hablas de odio, quizas el odio es algo demasiado intenso, demasiado fuerte, demasiado grande. Mi caso no es de odio, es más bien de enfado, ya ni de disgusto, es una especie de desazón que por unas cosas o por otras ha estado más acentuada ultimamente.

No es bonito lo que dices de que a todos los que odiamos suele ser porque los hemos querido antes. Es bonito querer, es bonito pensar en una etapa como brillante, acariciarla feliz, y deslizar los dedos, como por la tapa de un libro nuevo, suave, sugerente. Pero hay momentos en los que esas tapas se pueden hacer rugosas, y eso no les quita esa capa de sutileza, y de encanto.

Me niego a perder las pinceladas de sinceridad, querer duele es cierto, pero renunciar a querer duele más. Renunciar a volver a inaugurar etapas, besos, madrugadas... es demasiado triste y demasiado negro. Apuesto por eso, incluso por historias que a veces sacamos del cajón del recuerdo, lo sabes, pero rozarlas con los dedos, o incluso con la comisura de los labios no es suficiente, y esos anhelos a veces se convierten en fantasmas horribles que nos introducen en turbias pesadillas.

He renunciado a ellas, he renunciado a odiar, tener recuerdos a veces nos frustra, pero no tenerlos nos mata, prefiero que sigan entrando y saliendo de los sueños, aunque a veces ejerzan de nudo en la garganta y nos corten la respiración, sino sintieramos no valdría la pena.

*just black*

1 comentario:

Brownie dijo...

Pero es que no podría ejercer ningún sentimiento tan fuerte por alguien que no me importa nada. Odias a quien has amado porque cuando las cosas se tuercen, el amor pasa al odio y no puedes decir que ya no significa nada.
Afortunadamente yo no he llegado a ese extremo, pero me gusta escribir sobre ello!