miércoles, 5 de agosto de 2009

21:05 pm

Con la mirada altiva ella le miraba desde lejos, no movia la cabeza, ni los ojos, estaban fijos sobre aquel chico. Era una droga para ella, era incapaz de quitarle la vista de encima. De pronto él giró la cabeza y comezó a caminar mirándola, como cuando dos personas llevan una eternidad separadas aunque se encuentren sentadas en la misma habitación.

Ella había recibido aquel paquete con sus notas dentro y unos billetes de tren. Él no pedía respuesta prefería esperar toda la tarde en aquel anden a que ella llegara. Aunque cabía la posibilidad de que no aceptara su oferta. Tenía la tez morena y el pelo al viento, estaba preciosa tan quieta, parada delante del escalón de la puerta.

En el fondo sabía que no aguantaba mas de tres semanas sin verla, sin saber de ella. Él solía dar rienda suelta a sus pasiones, aún sabiendo que muchas veces era un error, ella tampoco le decía que no. De repente estaban tan cerca, tan sumamente cerca, que él respiraba sobre su nariz, sobre su diminuta figura. Ella se evadia pensando las veces que él con su cigarrillo entre los dedos había respirado así de cerca.

En ese momento los labios se buscaban rabiosos, las miradas hablaban tan alto, y las manos se tocaban incesantemente. Ella seguía altiva aunque deseosa. Había accedido, si, pero no se lo iba a poner fácil, eran demasiadas cosas ya. Él no podia dejar de tocarla, de susurrarle al oido que necesitaba tenerla así de cerca, que no podía imaginarse pasar tanto tiempo separados.

Comenzaron a caminar y ella respondia con monosílabos, sabía que le quería, sabía que se moria de ganas de llegar, pero estaba demasiado callada. Él la rodeó con sus brazos, fuertes, delgados, con las venas marcadas, eran tan sexys! y la besó, la besó increiblemente fuerte, la cogio en brazos, era tarde y sólo quería tenerla para él. Después de muchos meses se había dado cuenta de que ella formaba parte de su vida, pese a su incredulidad, ella era -ella-.

Entrelazados llegaro a aquel apartamento de playa, nada del otro mundo, mal decorado, luz tenue, él no podia dejar de mirarla, era su droga, la desnudaba con cuidado, ella notaba como se iba excitando, su vestido se escurria hasta quedar tirado en el suelo, y él no podía dejar de rozarla, de acariciarla. Pero fue ella la que decidió rodearle con sus manos y tumbarle sobre aquel colchón destartalado por otra parte. Él desabrochó torpemente su sujetador y ella se quedo tendida sobre él, besándole y rozándole con la punta de la nariz. Deslizó sus manos por debajo de los pantalones y jugaron a todo y a nada. Ella cayó rendida, respiraba tranquila y él estaba desvelado, pero esta vez no eran sus miedos los que no le dejaban dormir, simplemente estaba tranquilo, disfrutando de su cigarro y rodeándola suavemente, tenía una piel tan suave y cálida..

*just black*











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